escribir

Escribir sobre intersexualidad se ha vuelto imposible. Apenas comienzo, termino. Necesito escribir. No escribo. No puedo escribir.

Algunas veces -como ahora mismo- me resbalo en una cuestión irresoluble: debo escribir sobre la intersexualidad, pero la intersexualidad es la escritura. Cualquier cosa que escriba sobre intersexualidad será escrita y no escrita en la intersexualidad. ¿Qué puedo decir? Y ¿Cómo puedo decirlo? No encuentro el modo de hacerle espacio, en el correr de una página, a la violencia de la disyunción, a la violencia que la constituye y a aquella otra violencia, la que produce. Debería escribir en rojo: la escritura, generizada, rojo sangre.

Cuando comencé a escribir tenía una idea clara acerca de lo que quería decir. Mejor aún: tenía una idea clara del lugar hacia donde mirar. Quería partir de ese límite que la mayoría de la gente asume como comienzo, como principio, como origen: en el principio la disyunción, la diferencia sexual, los humanos que llegan al mundo, invariablemente, encarnando un sexo o el otro, inscriptos en el orden de la lengua y de la ley en uno u otro sexo. Inscriptos en el orden del archivo, archivados en ese registro -civil- que se toma a sí mismo por la cuenta entera de lo existente. Yo quería, entonces, ante ese archivo, no sólo explorar las reglas que gobiernan su funcionamiento, sino aquello archivado como su condición de posibilidad -aquello que ya no corre entre nosotros, ya archivado: forma insidiosa de un olvido que no olvida. Era sencillo, en principio, atender a los modos en los que, de manera continua, ese límite se produce como naturaleza, como real, como realidad encarnada de la disyunción; pero no hay modo de que esa producción tenga lugar, y que se archive como condición de posibilidad de cualquier registro, sino es como parte de aquello que a cada paso lo niega, lo cita expulsándolo, como una ausencia que grita a lo loco: la escritura no excluye a la intersexualidad, no la expulsa al silencio, cuando no a la inexistencia, la convoca como posibilidad suprimida, como modo abismal de lo posible, como modo escritural de lo imposible.

No puedo engañarme. El problema -parte del problema- es cómo dar cuenta, sin enloquecer, de ese archivo. Es el archivo que registra todos los días, en cada nacimiento, el anudamiento jurídico-normativo de nuestra locura colectiva.

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